Quiero compartir una analogía que hace tiempo me viene dando vueltas. Entre el aprendizaje cooperativo y colectivo, que abunda hoy en
las redes telemáticas (haciendo referencia a algunas dimensiones del aprendizaje
conectivo), y lo podríamos llamar la transmisión de conocimientos y saberes
vulgares. Creo que se parecen mucho, o al menos tienen mucho en común.
Por ejemplo, de pequeña aprendí a
tejer a dos agujas, al crochet y a coser, gracias a mi bisabuela y mis dos abuelas.
Ellas lo hacían habitualmente y eran muy diestras en esas tareas, incluso mi
abuela materna era modista y cosía para otras personas. Ellas poseían un conjunto
de competencias vinculadas a esas labores, y no habían estudiado en ninguna academia
o escuela, obtuvieron ese saber de otras personas y lo reconvirtieron, recrearon,
complejizaron y multiplicaron. Lo hicieron suyo y lo hicieron mío. Luego este
saber, yo también lo amplié, lo complejice, lo adapte a las mis necesidades y
demandas.
Este tipo de producción
artesanal, al igual que los oficios muy antiguos, tiene un fuerte basamento en
que el aprendizaje se sostiene en la observación, en la prueba, en la
experimentación, en la manipulación, en su desarrollo es más importante el
saber técnico/práctico puesto en acción que el saber teórico. No es un saber
ordenado, más bien es caótico. El hacer plantea problemas y desafíos que se
resuelven con creatividad o consultando con otros (extendiendo redes). Es muy
común que los tejedores intercambiemos opiniones sobre cómo resolver algo.
Después de DG (después de Google)
accedí a tutoriales en youtube donde observe videos de diferentes lares,
incluso recuerdo uno de una mujer japonesa otorgando instrucciones generosas
sobre tejido. No hacía falta conocer el idioma solo observar el procedimiento,
igual que con mis abuelas.
Comunitario, cooperativo, compartido, social- sociable. En este
tipo de saberes quién enseña ofrece un saber compartiendo con su aprendiz el
hacer. En el aprendizaje del tejido se jugaron para manejar esa habilidad;
personas dispuestas a compartirme un saber que tenían y a esperar mis tiempos
de aprendizaje, compartiendo sus herramientas, permitiéndome que teja cosas
espantosas, que me equivoque... Pero también había mucha flexibilidad y creatividad de quienes enseñaban. Mi bisabuela me enseñó
a tejer al crochet frente a un espejo porque yo soy zurda, la trasmisión de su
saber tejer priorizo mi aprendizaje de la “competencia tejer”, por sobre el
procedimiento en sí mismo, lo importante para ella era que yo logre aprender,
que supere la dificultad, comprenda y
“recablee”, genere nuevas conexiones para obtener ese aprendizaje. Pero además,
y esto es muy importante, actuaba la confianza en el aprendizaje, esto que
Cornu llama la confianza pedagógica,
que supone creer que el otro va aprender, y en relación con ello, el valor de
lo compartido y lo comunitario, que hacía que tejer sea
algo social y que aquello que lograba hacer, era vivenciado como un logro
compartido. Lo mismo sucedía con la costura, mi abuela se juntaba con su
hermana y una vecina a coser, intercambiaban ideas, telas, moldería, formas de
confeccionar, de crear o solucionar.
El aprendizaje que tiene lugar en
las redes, el que los jóvenes hacen de lo que circula en esta gran masa de información que muta permanentemente
en internet, se parece a cómo aprendí a tejer, a cómo se aprenden muchos
oficios artesanales. Se aprende de otros y con otros, se experimenta, se
trabaja sobre material, se obtienen al principios productos rústicos, básicos,
quizás no tan logrados estética y comunicativamente al principio, pero que se
complejizan y mejorar en cuanto a su técnica en el proceso de socialización, en
tanto participan y contribuyen en su elaboración. Todos somos aprendices y
todos somos aportamos.
Se parece y no se parece,
obviamente, porque como sabemos había mucho saber que guardaba celoso el
maestro que enseñaba a sus aprendices los secretos de su oficio y que en esta
era de ciberculturas, o transmodernidad, se rompen totalmente porque el saber
aparece como producto de la alquimia de las multitudes, es de todos, no es de
nadie. Pinterest es un buen ejemplo de esto, es una comunidad donde se comparte
mucho de todo esto… y una amiga a la que le recomendé la aplicación, me dijo,
yo no “pineo” nada, todo lo descargo porque no me gusta que los que me siguen
puedan ver cosas que descubrí yo, para que nadie me robe las ideas. El
razonamiento de mi amiga, choca con justamente la idea social, o de redes
sociables.
Creo que hoy la enseñanza,
pensando en términos de aprendizaje conectivo, está más cerca de lo que hacían mis abuelas
que lo hicieron conmigo mis docentes. Y no significa simplemente enseñar
procedimientos, hay algo de lo artesanal que se juega en el desarrollo de las
competencias digitales y que siempre lo manejaron los buenos maestros, los
buenos maestros enseñan a buscar, instalan la inquietud, el deseo de búsqueda, aquello
que enseñan subvierte el orden del resto de nuestros saberes, conmueven nuestra
vida, nuestras concepciones, los buenos docentes enseñan a crear redes, a
navegar en mares indomables donde no se ve el horizonte.